El suceso que dio origen al actual santuario se remonta a 1617, cuando -según la tradición- un arriero procedente de Veracruz rumbo a Guatemala notó -al llegar a Oaxaca- que en su recua había una mula de más. Al pasar por la ermita de San Sebastián, la mula cayó al suelo vencida por la carga que traía. El intento del arriero por levantarla fue inútil y dio aviso a las autoridades para evitar castigo alguno.

La construcción del templo, actualmente basílica, fue iniciada en el año de 1682 por el capellán Don Fernando Méndez con la autorización del Virrey Don Tomás Aquino Manrique de la Cerda. Fue terminado en 1689 y consagrado en 1697 por el obispo Isidro Sariñana y Cuenca, año en que fue concluido el convento.

El templo es uno de los más destacados ejemplos de arquitectura religiosa en la época virreinal de Oaxaca; esencialmente por la portada principal de estilo barroco del siglo XVII. La portada es única en la ciudad y se caracteriza principalmente por la forma de biombo y escalonamiento de sus cuerpos que la hacen aparentar un enorme contrafuerte. Está compuesta por tres cuerpos, siete calles y remate.
El patio atrial está bordeado y acondicionado con dos sencillas portadas de acceso, una al sur y la otra al este. Por esta última queda comunicado con el jardín Sócrates y la Plaza de la Danza.
La planta arquitectónica del templo es en forma de cruz latina. La nave central está cubierta con bóvedas vaídas; el crucero se resuelve con una cúpula de gajos con linternilla, apoyada sobre tambor octagonal con ventanas y nichos. Los transeptos están cubiertos con bóvedas de cañón y el ábside con bóveda vaída. El sotocoro, ubicado en el primer tramo, destaca por sus grandes impostas que sostienen el arco, donde se apoya la plataforma del coro; en este último sobresale el cancel de madera y el órgano de fuelle.
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